Unas inocentes vacaciones de “spring break” en marzo de 1989 fue el punto final de los sueños de un joven estadounidense que estaba a punto de convertirse en doctor.
Los restos de Mark Kilroy, de apenas 21 años, serían hallados un mes después de su trágica desaparición, descuartizado y entre otras víctimas en el Rancho Santa Elena en Matamoros, México.
Ahora 30 años después, el profundo impacto de una de las peores bandas criminales, un culto pagano conocido como “Narcosatánicos”, ha cambiado por siempre el transcurso de la comunidad del sur de Texas, la familia de la víctima, y los investigadores involucrados.
EL CRIMEN
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Kilroy y unos amigos aprovecharon su receso de primavera en 1989 para ir a Isla del Padre Sur, un popular destino entre estudiantes durante la temporada. Tras una noche de fiesta, los jóvenes cruzaron de nuevo al lado estadounidense donde habían dejado su vehículo estacionado. Pero Kilroy nunca regresó.
De alguna manera, el joven se había quedado. Según George Gavito, el exteniente del Departamento del Alguacil del Condado de Cameron, Kilroy se detuvo para ir al baño pero nunca se reunió con el grupo. Sus amigos lo esperaron cerca del auto antes de denunciar su desaparición.
“Sólo me dijo no te preocupes Carl, eres mi amigo. Y esas fueron las últimas palabras que me dijo y fue entonces que nos dijimos adiós y cada quien por su lado. Y esa fue la última vez que vi a Mark,” contó Carl Routh, amigo de Kilroy, sobre aquella noche.
La denuncia desató una intensa búsqueda contrarreloj, ya que todos los posibles testigos, la mayor parte estudiantes de vacaciones, iban a regresar a sus vidas cotidianas en menos de tres días.
Los padres de Kilroy viajaron lo más pronto posible de Houston a Matamoros para ofrecer una recompensa de $15,000 con la esperanza de encontrarlo.
Sin saberlo, autoridades estaban a punto de obtener las respuestas a todas sus inquietudes con el arresto de un Serafín Hernández, un joven estudiante de Texas Southmost College en Brownsville.
Hernández y otro tres hombres fueron detenidos después de que se encontrara droga en un rancho al norte de Tamaulipas.
Noticias
El arresto, que no mostraba indicación alguna de estar relacionada a la desaparición de Kilroy, sería la clave que destaparía una banda dedicada al narcotráfico y la santería, liderada por Adolfo de Jesús Constanzo, un cubanoamericano conocido como “El Padrino”, creyente de la religión Palo Mayombe.
Las creencias de Constanza lo llevaron a ganar fama como curandero estableciendo relaciones con jefes policiacos y narcotraficantes.
LO QUE ENCONTRARON
El 11 de abril de 1989 llegó la mala noticia. Al menos 15 cuerpos fueron encontrados en el rancho Santa Elena en Matamoros, Tamaulipas. A las víctimas, quienes habían sido sacrificadas en un ritual, se les habían sacado algunos órganos para preparar un brebaje para ser utilizado en ceremonias de santería.
“Era horrible. Honestamente, era como un matadero humano,” expresó Alex Pérez, exalguacil del condado Cameron.
Entre las víctimas del clan se encontraba Kilroy, el joven estudiante de Medicina que fue elegido al alzar por los narcosatánicos para ser sacrificado. Al parecer, Constanzo había ordenado el secuestro de un joven estadounidense e inteligente. Lo que convirtió a Kilroy en la victima perfecta.
Detrás de la muerte de Kilroy, estaba “El Padrino” y su discípulo Sara Villarreal Aldrete, quien era una joven divorciada y también estudiante de Educación Física de Brownsville. Villarreal Aldrete era amante de “El Padrino” y según las autoridades, tenía un papel protagónico en los rituales y reclutaba a nuevos miembros de la secta.
El 5 de mayo de ese año, Villarreal Aldrete fue detenida durante un operativo en un apartamento en Ciudad de México. En ese operativo, Constanzo pidió a uno de sus seguidores que le disparara y Sara habría quedado sola para encarar a la justicia.
Según investigadores, los sacrificios humanos eran para asegurar que los narcos tuvieran protección y así parecer “invisibles” ante las autoridades.
De acuerdo con Jim Mattox, exprocurador general de Texas, era para “obtener las bendiciones de los esfuerzos del vudú y continuar sus actividades de contrabando”.
EL ARRESTO
Tras el horrendo hallazgo, autoridades detuvieron a Sara Villarreal Aldrete, Serafín Hernández García, Sergio Martínez Salinas, David Serna Valdez y Elio Hernández Rivera. Hernández García confesó haberlo secuestrado y matado. Pero a lo poco, Hernandez García, Constanzo y Aldrete escaparon de las autoridades.
Días después Constanza y Aldrete fueron localizados en un departamento en la Ciudad de México. Para evitar ser detenido, Constanzo pidió a uno de sus ahijados que le disparara. Mientras que Aldrete sí fue detenida, hasta el día de hoy ella continúa pagando su condena en una prisión en México, aunque siempre ha asegurado ser inocente.
De los cuatro miembros del culto conocido como los "Narcosatánicos", sólo tres permanecen recluidos en el penal de Ciudad Victoria en Tamaulipas cumpliendo una condena de 47 años. El cuarto miembro, Elio Hernández Rivera, murió en prisión. Y Aldrete purga una condena de 62 años.
LA FAMILIA DE KILROY
Treinta años después del caso Kilroy, la comunidad se resiste a dejar en el pasado la muerte de Kilroy. A pesar de su dolor, los padres del joven asesinado, encontraron consuelo en su fe y utilizaron esta trágica experiencia para ayudar a los demás. En marzo de ese mismo año fundaron una organización sin fines de lucro bajo el nombre de Mark.
La fundación Mark Kilroy da becas de dos años para jóvenes en dos diferentes distritos escolares considerados en peligro de las drogas. También han dado discursos a lo largo del estado.
El padre de Mark, Jim Kilroy, junto a Bob Steward, también escribió el libro “Sacrifice” (Sacrificio) donde comparte el doloroso relato de la búsqueda por Mark.
Todos los fondos recaudados por la fundación y la venta del libro han sido redistribuidos a los esfuerzos anti-drogas y –violencia de la fundación.