CHICAGO - Jessica Vincent estaba curioseando por los anaqueles de una tienda de objetos baratos de segunda mano en Virginia, cuando un florero le llamó la atención. Tenía forma de botella y cintas de colores, verde claro y púrpura amatista, que subían por la superficie de vidrio como pinceladas.
Parecía una pieza vieja en medio del revoltijo de tazas, velas y otras baratijas. Mirando bien. Vincent divisó las palabras “Murano” e “Italia” en la base.
“Lo compré porque pensé que quedaría hermoso en alguna parte de mi casa”, dijo Vincent, una entrenadora de caballos de 43 años, que pagó $3.99 por la pieza en la tienda de las afueras de Richmond. “De ninguna manera pensé que lo vendería”.
Pero un poco de investigación le hizo cambiar de opinión. Y el 13 de diciembre, la casa de subastas Wright de Chicago vendió el florero por $107,000. El comprador, un rico coleccionista europeo, pidió no revelar su nombre.
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Desde hace años, Vincent recorre los negocios de segunda mano y las ventas de garaje junto con su madre. Ama el programa de TV “Antiques Roadshow” y muchas veces ha soñado con ganar esta clase de lotería.
“Yo siempre dije que tengo buen ojo”, dijo Vincent, que va varias veces por semana a las tiendas de baratijas con su pareja. “Lo que me sorprende es que nadie descubriera (el florero) antes que yo”.
El florero estuvo en la estantería unos pocos días, dada su calidad y la velocidad con que se venden esos objetos, dijo Laura Faison, vocera de las tiendas Goodwill. Cada tienda recibe en promedio unas 2,000 piezas por día, y muchas salen de la cajuela de un auto.