WASHINGTON — El gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, trazó una estrategia para contener una variante del virus. Entonces apareció otra mucho más contagiosa.
Biden alcanzó esta semana -con un mes de retraso- su objetivo de que el 70% de los adultos de Estados Unidos hayan recibido al menos una dosis de vacuna contra el COVID-19.
Concebido en principio como una afirmación de la resiliencia estadounidense para coincidir con el Día de la Independencia, el hito ofrecía ahora poco que celebrar.
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Impulsados por la variante delta del virus, los nuevos contagios están en una media de más de 70,000 al día, por encima del pico del verano pasado cuando no había vacunas disponibles.
Y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades han sido criticados por expertos en la comunidad médica y científica por sus cambios de opinión sobre el uso de mascarillas.
Pero la variante delta no hace distinciones cuando se trata de política. Si la respuesta de Biden a la pandemia parece insuficiente, los gobernadores republicanos que se oponen a las medidas de precaución también se ven cuestionados.
Ellos también contaban con que los casos cayeran. En lugar de eso, los pacientes sin vacunar abarrotan sus hospitales.
La estrategia de Biden logró conseguir vacunas más que suficientes para proteger el país, y para enviar 110 millones de dosis a otros países.
Cuando el presidente fijó su objetivo de vacunación del 70% el 4 de mayo, Estados Unidos administraba unas 965,000 primeras dosis al día, más del doble de lo necesario para llegar al objetivo del 4 de julio.
Entonces empezaron a pasar cosas.
Aunque la Casa Blanca estaba al tanto de los sondeos sobre personas que se negaban o no estaban motivadas para vacunarse, las autoridades no esperaban que casi 90 millones de estadounidenses siguieran dando la espalda a unas vacunas que podrían salvar vidas y ofrecer una vía de vuelta a la normalidad.
La difusión de desinformación sobre las vacunas permitió que se extendiera la sombra de la duda que ya existía en algunas comunidades, especialmente en estados de mayoría republicana.
Sin embargo, el 13 de mayo, cuando el CDC levantó su recomendación de que los adultos con la vacunación completa llevaran mascarilla en espacios cerrados, los principales indicadores seguían siendo positivos.
La agencia dijo que las personas sin vacunar debían seguir llevando mascarilla y vacunarse pronto.
Biden y la vicepresidenta, Kamala Harris, lo celebraron prescindiendo de las mascarillas para un paseo por el Jardín de Rosas de la Casa Blanca. En todo el país se extendieron las celebraciones a cafeterías, supermercados, terrazas de bares y restaurantes. La gente organizó bodas y festivales de música.
Entre los aplausos no se oyeron las advertencias de los expertos de que no había forma de saber quién estaba vacunado y quien no, y un país deseoso de dar por terminada la pandemia apostó básicamente al código de honor de su población.
“El mayor error de la presidencia de Biden cuando se trata del COVID-19 fue el precipitado y caótico cambio del CDC en las recomendaciones de mascarillas en mayo”, dijo la doctora Leana Wen, excomisionada de salud de Baltimore y analista.
“Tuvo el efecto directo de dar a la gente la impresión de que la pandemia había terminado. Permitió a las personas sin vacunar tener vía libre y comportarse como si estuvieran vacunados, y así tenemos el auge de la variante delta”.
“Creo que fueron ingenuos”, dijo sobre el CDC el doctor Paul Offit, director del Centro de Educación de Vacunas en el Hospital Infantil de Filadelfia. “Lo vieron como una zanahoria, un regalo”.
Entre tanto, la variante delta había llegado y en cuestión de semanas se convirtió en la versión dominante del virus en circulación.
La directora del CDC, la doctora Rochelle Walensky, confirmó hace poco cuán contagiosa es la nueva variante.
“Si usted enferma de la variante alfa, podría infectar a unas dos personas sin vacunar”, señaló. “Si enferma de la variante delta, calculamos que podría infectar a unas cinco personas sin vacunar, más del doble que con la variante original”.
El CDC cambió la semana pasada su recomendación sobre las mascarillas y las aconsejó también para personas vacunadas en espacios cerrados de regiones donde circule el virus, lo que ahora es casi todo el país.
El motivo inmediato fue un reporte de rastreadores de la enfermedad sobre un brote reciente en Provincetown, Massachusetts. La variante delta era responsable y la mayoría de los infectados estaban vacunados. Aunque muy pocas personas vacunadas enfermaron lo suficiente como para ser hospitalizadas, los hallazgos iniciales mostraban que los contagiados posvacuna portaban tanto virus como las personas sin inmunizar.
El reporte alimentó las dudas en torno a las vacunas en algunos lugares. Wen, la excomisionada de salud, dijo que el CDC debería haber presentado el informe de Provincetown en un contexto más amplio que mostraba que las vacunas sí protegen. El CDC no respondió a una petición de comentarios en un primer momento.
De vuelta al 4 de Julio, Biden proclamó que la nación declaraba su independencia del virus.
En las últimas semanas parecía haber dejado la pandemia en un segundo plano para centrarse en un acuerdo bipartidista sobre infraestructuras y para promocionar el proyecto demócrata para ejecutar sus ambiciosos planes para el país. La Casa Blanca redujo su número de conferencias de prensa sobre COVID-19.
“Celebramos antes de tiempo”, señaló Ali Mokdad, experto en enfermedades infecciosas del Instituto de Estadísticas y Evaluación de Salud en la Universidad de Washington, en Seattle. El objetivo de Biden del 70% era un paso firme, señaló Mokdad, pero en torno a la mitad de la población sigue sin vacunar.
Ahora las vacunaciones vuelven a remontar, pero no es un aumento drástico, señaló.
MIentras tanto, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y el gobernador de Texas, Greg Abbott, ambos republicanos que han restado importancia al empleo de mascarillas, veían repuntes de contagios en sus estados.
Entre Florida y Texas suman un tercio de los casos nuevos en todo el país de la última semana. DeSantis se reafirmó el martes y culpó a la “histeria de los medios” y a que la gente pasa más tiempo en interior en medio de un verano abrasador.
“Incluso entre las muchas pruebas positivas, se ve mucha menos mortalidad que hace un año”, dijo en una conferencia de prensa en la zona de Miami. “¿Prefiero tener 5,000 casos entre veinteañeros o 500 entre ancianos? Prefiero los jóvenes”.
Offit, el experto en vacunas de Filadelfia, dijo que “resulta difícil ver” cómo DeSantis afirma que no respetará las normas sobre mascarillas. “¿Por qué no?”, preguntó Offit. “Es por eso que su estado lidera la liga de casos”.